

Una tradición heredada por nuestros ancestros africanos, posee el maravilloso sello Marca País . Según el último censo, la población los afro asciende al 32% de los panameños, por lo que vale destacar que tiene presencia desde la época colonial y luego durante la construcción del Canal, lo que permite tener una importante presencia en nuestra sociedad legándonos historia, cultura y tradiciones.
Una forma sencilla de entender esta tradición, es conocer que los Diablos, con sus trajes exuberantes vestidos, látigos e imponentes máscaras con un toque de drama, personifican las fuerzas del mal durante la época de la colonización, por su parte los congos encarnan a los esclavizados que se resistieron y preservaron su cultura.
Los tambores están por todas partes en el pueblo de Portobelo, y los Diablos pululan por las calles y callejones para dar inicio al festival más esperado en el pueblo.



Los cánticos de los grupos Congos son relatos de la vida cotidiana del costeño, además de amor y desamor, pero que al entrar los Diablos y el silbato de los pajaritos, crean esa sinergia que hace vibrar al público ya los Diablos, quienes con sus movimientos de pies y susurrante bramido te impacta, sin embargo no todo es tan fácil, pues más de uno termina agotado en los 20 minutos que corresponde a cada delegación, caen vencidos a los rayos del sol, la humedad propia de la costa y el propio vestuario logrando hacer “doblar rodilla a más de uno”, pidiendo a sus asistentes que les ayude a retirarse la máscara.
El ritmo caraterístco se lo da el tambor congo, el cual es un instrumento musical de origen africano, tradicionalmente hecho de madera de balso, con un parche de cuero de vaca o venado, aunado a ello las fuertes palmadas de las mujeres, hacen de ello el sonido característico para que el Diablo baile.
Tanto locales como extranjeros no pueden resistirse al sonido de los cueros y sonar rítmico de las palmas de las mujeres, por eso no solo verás al Diablo bailar, te unirás y bailarás con el Diablo.



